La semana pasada caminando por el
camellón de Álvaro Obregón, encontré a un señor vendiendo orquídeas
hermosas. Negras, rojas, moradas, de todos colores, formas y tamaños. La
flor era increíble, no me pude resistir. $150 pesitos, póngala en agua o
en tierra y va a ver. Enseguida fui a comprar una macetita, tierra, y
puse mi orgullosa compra en la mesa de centro de la sala.
A
los dos días, llegó un amigo a mi casa y me dio la mala noticia:
lamento decepcionarte, pero las orquídeas negras son una especie muy
rara y no se consiguen así nomás en la calle. Después, otra amiga le
mandó la foto a un experto, el experto de las 50 orquídeas, y confirmó
lo que me temía: la orquídea era falsa.
Sí,
así como lo leen: compré una orquídea pirata. No sólo me vieron la
cara, me la vieron con una flor pirata. Lo más curioso de todo, es que
tanto la flor como la base de la planta eran orquídeas, pero la flor
estaba incrustada. El experto me aconsejó poner la planta en una maceta
con agujeros y tezontle: róbatelo de un camellón, pues si lo compras te
van a vender un costal y sólo necesitas dos puños. Ladrón que roba
ladrón, pensé.
Entonces
ahí me tienen caminando por el mismo camellón, con una bolsa de
plástico, tratando de robar piedras. Me sentí un tanto loca,
especialmente porque un día antes, decidí caminar del súper a mi casa
con 32 rollos de papel de baño (yo no entendía eso de Julio Regalado
hasta que me mudé de la casa de mis papás).
En
fin, seguí los consejos del experto, al que pediré permiso para hacer
un nuevo post al respecto con su información, que a grandes rasgos
incluían poner la planta en una ventana sin luz directa, pero no he
visto un cambio positivo. Esperemos que viva la planta; la flor murió
enseguida. Si un día de estos se encuentran al señor de las orquídeas
caminando por el camellón, no se dejen engañar como yo. Los mantendré
informados sobre la vida de la planta.
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